Escribir desde el corazón a veces es lo más difícil, tal vez porque cuando lo haces una parte de tu alma termina completamente al descubierto y resulta vulnerable sentir que le has mostrado al mundo quien eres, especialmente en una época en la que es cada vez más difícil seguir siendo anónimos y cada vez más fácil terminar en la palestra de los señalados, los cancelados o los funados (dependiendo de la generación con la que se relacionen). Sin embargo, para quienes nos gusta escribir, hacerlo resulta ampliamente liberador, es como una cura para el alma el llegar a poner en papel o en la pantalla tantas cosas que tienes dentro de ti, represadas y con ansias de salir para poder darles un orden y un sentido.
Pues bien, eso es justamente lo que quiero hacer hoy, a riesgo de caer en el señalamiento de algún desconocido de internet con el que no pueda conectar en mi forma de pensar:
Esta semana ha sido una de las más difíciles, a nivel emocional y como padres a veces tenemos esas semanas desgastantes, que parecen nunca terminar, especialmente cuando tienes a tu hijo de tres años enfermo por primera vez de las amígdalas. Ha sido difícil verlo llorar porque no podía comer aunque lo intentaba, intentar negociar con él para que se tomara los medicamentos (antibióticos) recetados para dar cura a su dolencia, luego ver como su cuerpo se cubría de pequeños puntitos, un sarpullido extraño que aparentemente era «el combo» que venía incluido en la enfermedad…y sin embargo, no hemos parado de trabajar; junto con mi esposo, mi compañero de equipo, nos hemos vuelto el animador del otro, el apoyo del otro para no desfallecer. Ambos estudiamos, ambos trabajamos, ambos estábamos al tanto de lo que nos decían los médicos que vinieron varias veces a verlo…sí, porque ambos somos primerizos y ambos nos sentimos especialmente conectados en torno a apoyar la recuperación de nuestro hijo.
Y entonces, sucedió. Una noticia lamentable inunda los medios de comunicación en Colombia. Una noticia que no debería presentarse, en esta época de la historia del país. Una noticia que intoxicó las redes, trayendo lo mejor y lo peor de nosotros mismos. Una noticia que nos recordó otras épocas llenas de incertidumbre y miedo. Una noticia lamentable, cruel, triste. Un padre que se aferra a la vida, un niño de cinco años que podría quedar sin padre y un adolescente de catorce envuelto en un conflicto que seguro ni conoce, ni identifica, convertido en un peón de toda una estrategia desconocida para la mayoría.
Esta semana ha sido una de las más desgastantes a nivel emocional porque en una fecha festiva como la que estamos conmemorando, hoy hay un padre y un hijo que han sido separados por la división política, en muchos casos extremista, en la que nacimos, crecimos y aun seguimos viviendo hace más de 80 años….y en medio del caos se abre un pequeño hilo de esperanza, de la tenue esperanza que nunca se apaga. Esa esperanza que nos lleva a resistirnos a creer que no tenemos salvación, que nunca podremos dejar de ser violentos, esa esperanza que nos lleva a buscar la unión en medio del caos y dejar de vernos como enemigos enfrentados, porque eso ya lo vivimos, porque crecer divididos ya lo hicieron nuestros abuelos, nuestros padres e incluso nosotros mismos.
Hay una especie de ambiente de luto del que nadie quiere hablar mucho, porque seguimos teniendo miedo a quedar señalados como enemigos y nadie, nadie nunca, debería convertirse en objetivo, ni en peón, ni en huérfano por un tema político.
Hoy, cuando un padre se aferra a la vida, nosotros también nos aferramos a ella con mas ansias de no tener que vivir lo mismo, con menos miedo, menos ira reprimida y menos falta de empatía. Hoy, se siente en el aire la tristeza contenida de un país aburrido por la división política, porque no, el camino no es volver a lo mismo, el camino no es volver al odio, al miedo o a la división. Hoy miro a los ojos de mi hijo y no, me resisto a creer que no haya algo distinto, distinto a los dos extremos que nos quieren vender, como si el mundo fuera a blanco y negro.
No. Me resisto a ser esa persona que niega la realidad del otro solo por no haber vivido bajo su condición de vida o por no compartir pensamiento político. No, me resisto a ser esa persona que solo piensa en si misma y ve a los otros como enemigos. No. No más.
Hoy, en un fin de semana en el que conmemoramos a aquellos compañeros de vida que aportan, que hacen equipo y se comprometen a hacerlo diferente. Hoy nosotros también nos aferramos a esa vida, a la vida de un padre que debería estar celebrando con su hijo. Hoy no es momento para dejarnos manipular, ni dividirnos más, hoy solo nos queda cortar el ciclo.
Por siempre, nunca más.
