
Aprovechando el día internacional de la mujer que se ha conmemorado ayer, quería entablar una reflexión en torno a tres temas que se relacionan entre sí, al enmarcarse en una visión acerca de las consecuencias del machismo y el terreno que aún nos queda por ganar sobre estas ideas que afectan a una gran parte de la sociedad actual.
Para empezar, recordemos que el machismo es una forma de discriminación que utiliza la diferencia sexual de los seres humanos para caracterizar la prevalencia de los hombres sobre las mujeres. Visto bajo esta óptica podríamos afirmar erradamente que es una visión que incide de manera negativa únicamente en el sexo femenino; sin embargo, cuando ahondamos un poco más sobre estas actitudes de discriminación nos damos cuenta que el machismo no solo afecta la relación de las mujeres con su entorno social sino la que los hombres tienen igualmente en la sociedad.
En primer lugar, debido a la división que crea en torno a lo que significa ser un hombre y ser una mujer en el mundo, conduce a que desde ambos lados existan personas que no se sienten aptas para desempeñarse bajo los estándares que se han impuesto hasta el momento para cada uno de los sexos y en ese sentido, se crean inseguridades en cada uno, sobre sus competencias y capacidad para hacer parte del grupo biológico con el que han nacido, generándoles una desconexión con su propia biología que puede llevarlos a no saber establecerse bajo una identidad: “si los hombres son fuertes y yo no me siento una persona fuerte, tal vez no soy un hombre de verdad”.

En segundo lugar, dado que el machismo posiciona al hombre desde un estandarte de poder superior al de la mujer, conduce a que se produzca un exceso de confianza en los hombres que en contraste con la desconfianza que se imparte hacia las mujeres, quienes son consideradas bajo esta concepción como “el sexo débil” y aprenden desde pequeñas a ser mas precavidas socialmente, los lleva a que en la realidad actual terminen cayendo en situaciones de riesgo guiados por su exceso de confianza, que se ve reflejado en los casos de hurtos, engaños y sumisión a través del uso de drogas en los que muchos hombres se ven envueltos especialmente al ser contactados por mujeres: “no es posible que me pase nada con ella porque yo soy el hombre”.
En tercer y último lugar, cuando se le enseña al hombre que llorar es signo de debilidad, que quejarse o hablar de sus sentimientos no importa, que debe ser el fuerte de la relación y que siempre es quien tiene el control en las relaciones de pareja cuando son con una mujer, no les es fácil poder abrirse con otras personas y hablar de sus emociones, temores, decepciones, inseguridades o tristezas, lo cual, puede conducirlos a tener mayores niveles de estrés, depresión y ansiedad, enmarcadas bajo el velo del silencio, que puede llevarlos a que estos problemas se incrementen y terminan tomando decisiones radicales en contra de su vida, por eso, se suelen indicar las altas cifras de su1c1d10 en un mayor número de hombres que en mujeres. Por otro lado, también está el hecho de que no suelen reconocerse como víctimas de abuso por parte de sus parejas, aun cuando estén viviendo situaciones de violencia física o sexual, pues sienten la responsabilidad de asumir lo que sucede en la intimidad para evitar ser objeto de burla por otras personas que pueden cuestionar su virilidad al quejarse de estas situaciones en las que se supone que deberían ser los más fuertes de la relación: “no puedo ser víctima de mi pareja porque ella es mujer y yo soy el más grande de los dos”.
Teniendo en cuenta esta introducción, te invito a que hoy me acompañes con tus comentarios respecto a la reflexión de tres temas que compartiré contigo para que entendamos por qué considero que el machismo es una amenaza para la vida de los hombres y podamos seguir recordando que debemos continuar luchando por erradicarlo de nuestras culturas a través de nuevas prácticas de crianza.
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¡Hasta pronto Freelover!

