Capítulo de Podcast · Reflexión

¿Qué sentido tiene vivir tras “un Milagro”?

El 13 de octubre de 1972, en plena cordillera de los Andes, el Vuelo 571 de la Fuerza Aérea Uruguaya que había salido un día antes desde Montevideo con destino hacia Santiago de Chile, llevando a 40 pasajeros (la mayoría jugadores jóvenes del equipo de rugby “Old Christians Club”, sus familias y 5 tripulantes), tras un error de cálculos por parte de los pilotos y la escasa visibilidad debido al mal clima, se estrelló estrepitosamente contra las montañas, perdiendo sus alas y la cola durante el suceso.

Tras el accidente 13 personas habían fallecido y otras 4 lo harían la primera noche. Los equipos de rescate los buscarían durante los próximos 10 días, pero dejarían de hacerlo por la temporada de nieve y la conclusión anticipada de que no los iban a encontrar con vida, debido a la escasa probabilidad de supervivencia de los accidentes aéreos en aquel lugar.

Durante los 72 días que duraron en medio de la nada y rodeados por completo de la nieve que no paraba de ponerles trabas, los 16 hombres que finalmente sobrevivieron tuvieron que sortear toda clase de dificultades: el hambre, el clima, la desesperación por no saber dónde estaban, la tristeza y el miedo tras escuchar en una radio que no los buscarían más y el seguir viendo cómo el pasar de los días iba menguando el número de compañeros que inicialmente seguían con vida, pero a los que sus heridas, las infecciones subsecuentes, el frío, las avalanchas y el hambre terminaban por llevarlos hacia el otro lado.

Finalmente, el “Milagro” ocurrió gracias a dos de ellos que habían emprendido camino durante dos semanas hasta dar con un campesino de las zonas altas de Chile, con quien pudieron enviar un mensaje a las autoridades, aclarando que era necesario retornar hacia las montañas para buscar al resto de sus compañeros que aún seguían con vida.

Tras el suceso, todos fueron examinados y entrevistados. Sus cuerpos famélicos, sucios y con heridas abiertas, contaban la historia de supervivencia más fuerte que se haya podido narrar hasta ese momento en este lado del océano. Una historia que despertó morbosos titulares periodísticos dispuestos a explotar la difícil decisión que el grupo tuvo que tomar de seguir alimentándose haciendo uso de la antropofagia cuando ya no había nada más que comer para sobrevivir, como si esto hubiera sido lo más relevante a resaltar en su travesía, cuando en realidad esta fue atravesada por toda una serie de experiencias que dan cuenta del valor del ser humano ante la adversidad.

Fue gracias a los libros escritos por sus supervivientes, a las fotografías que milagrosamente pudieron tomar en ese momento, a las charlas motivacionales de sus protagonistas y a las posteriores películas basadas en todo lo anterior que se pudo resignificar este hecho, hacer partícipes del mismo a todos aquellos que no lo experimentaron y que por supuesto no lo desearían hacer, pero a los que esta historia logra tocar en lo profundo de su ser y generales ese sentimiento de que todo es posible en esta vida y de que las adversidad nos llevan a sacar lo que todos tenemos por dentro.

Contar esta historia desde sus sobrevivientes fue lo que hizo su primera adaptación al cine, a través de la película “¡Viven!” o “Alive” en su título original, basada en el libro homónimo del escritor Piers Paul Read y estrenada en 1993. No obstante, para el director J.A Bayona era necesaria una nueva adaptación que pudiera narrar de una manera mucho más profunda cada una de las decisiones que como equipo tuvieron que tomar, transmitiendo no solo los hechos, sino además compartiendo las emociones, dudas y reflexiones de cada uno durante su transformación de vida en la montaña, a través de la película “La sociedad de la Nieve” estrenada en el 2023, que ha sido ampliamente galardonada en los Premios Goya y otros reconocimientos internacionales.

Por supuesto que tras verme esta gran película, no podía dejar pasar la oportunidad para reflexionar acerca de varios elementos que se resaltan en ella:

  1. La culpa del superviviente: En psicología se le conoce así a la alteración mental y emocional que desarrollan las personas que han vivido un suceso traumático, del que pudieron salir adelante pero en el que varias otras que estaban en su misma condición no pudieron, por tanto, perciben que su posibilidad de haber logrado vivir no puede proporcionarles alegría dado que otros no lo hicieron. Se caracteriza además por síntomas como problemas para dormir, ansiedad crónica, labilidad emocional, depresión, manifestaciones somáticas, fatiga, aislamiento social, dificultades de adaptación y pérdida de la iniciativa. En este caso, la culpa de haber sobrevivido termina siendo mayor a su deseo de seguir con vida y mal elaborado podría conducirlos a no encontrar sentido a su existencia posterior al hecho.
  2. Encontrar sentido en medio de la tragedia: Según la Logoterapia, que es el modelo terapéutico, enmarcado en el análisis existencial, desarrollado por el psiquiatra judío Viktor Frankl, tras su paso por los campos de concentración (en los que perdió a todos sus familiares cercanos, incluyendo a su esposa), el sentido es aquello que nos guía y motiva a seguir adelante en nuestra vida pese a toda clase de adversidad en la que nos encontremos. Se trata de una búsqueda incansable por parte de los seres humanos para seguir de cara hacia el futuro y en algunos casos, lograr superar el trauma de la pérdida identitaria que puede producirse tras ser arrastrado fuera del contexto diario y lejos de las personas a las que estiman. En este caso, los sobrevivientes del accidente, fueron elaborando un proceso de adaptación a las circunstancias que, de no haber existido, los habría llevado hacia la locura y posiblemente a ser sepultados rápidamente por la montaña. Aunque no se desconoce la suerte que tuvieron al haber seguido con vida pese a las circunstancias, una gran parte de esa suerte tiene que ver con su actitud ante lo ocurrido, su apoyo mutuo y el no perder la fe a lo largo del camino.
  3. No perder la fe: En muchas ocasiones solemos equiparar el tener fe a el creer en un Dios específico (que por lo general en Latinoamérica, suele ser aquel que pregona la religión católica). Sin embargo, la fe hace referencia a la creencia o seguridad en algo (cosa, opinión, doctrinas) o en alguien (deidad, persona), que se encamina por encima de un hecho demostrable a través de evidencias o pruebas. Muchas de las personas que hoy en día dicen no tener fe y basar su opinión únicamente en la ciencia, olvidan que la creencia que lleva a un científico a hacer una investigación también encapsula la fe que este tiene en demostrar algo en lo que cree y aun cuando lo demuestre, habrá otro que en su misma calidad de científico pueda realizar una contra a sus resultados, al basarse en otros que ha generado a través del método científico. Por eso en la ciencia no hay verdades absolutas, existen teorías, que pueden ir cambiándose al ampliarse o especificarse su visión sobre un mismo hecho. En la cinta vemos una conversación entre Arturo Nogueira y Numa Turcatti, en donde este le dice lo siguiente:

«Mi fe no está en tu Dios. Porque ese Dios me dice lo que debo hacer en mi casa. Pero Él no me dice qué hacer en la montaña. Lo que está sucediendo aquí es una situación completamente diferente, Numa. Este es mi cielo. Creo en otro Dios. Creo en el Dios que Roberto guarda dentro de su cabeza cuando viene a sanar cada una de mis heridas. En el Dios que Nando guarda en sus piernas y que le permite seguir caminando pase lo que pase. Creo en las manos de Daniel cuando corta la carne. Y Fito, cuando nos lo da sin decir de cuál de nuestros amigos era. De esa forma podremos comerlo sin… sin tener que recordar sus caras. Ese es el Dios en el que creo…»

Lo que interpreto a través de esta charla es el reconocimiento de la transformación de la fe cuando atraviesas eventos que te llevan a cuestionar tu vida y necesitas cobijarte en una creencia para seguir a flote, el tener fe es aquello que puede proporcionarte esa fuerza adicional para continuar aun cuando no hayas encontrado el sentido a lo que te ocurra.

  1. En un equipo todos son importantes: Cada uno de los protagonistas de esta historia tuvieron un papel clave en la consecución de su desenlace final, de no haberse podido coordinar, ser entregados el uno al otro, seguir dándose ánimos mutuamente para no perder la fe y una vez pasado el evento, seguir acompañándose en la recuperación y posterior sanación, no habrían podido alcanzar el objetivo de supervivencia. Como he dicho, los 16 que alcanzaron a llegar a tierras chilenas contaron con la suerte de su lado, más no por ello hay que desconocer la entereza con la que se sostuvieron unos a otros hasta lograrlo. De ahí que no olvidemos a quienes nos rodean y siguen a nuestro lado apoyándonos, celebrando nuestros aciertos y acompañándonos en nuestros proceso de aceptar nuestras falencias para mejorarlas, siguiendo adelante con la fe sobre el mañana.

Finalmente, dando respuesta a la pregunta del principio, puedo decirte que en la vida no existe un solo sentido universal, no todos llegaremos hacia el mismo lugar, ni al mismo ritmo, algunos nos acompañarán tan solo una parte del camino, mientras que otros podrán estar junto a nosotros un poco más; sin embargo, al final, solo serás tu el encargado de darle el sentido que desees a tu vida y encaminarla hacia el logro de las metas que decidas alcanzar, ¿estarás un poco más de tiempo esperando en esta cordillera llamada vida? o ¿saldrás el día de mañana a recorrerla con la firme intención de atravesar la montaña para llegar hacia el mañana?

Tu decides.

Recuerda seguir esta entrega a través de Spotify y de mi canal de YouTube.

¡Hasta pronto Freelover!

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