
“Historia de un matrimonio” (Marriage Story en su título original) es una película dramática del 2019, escrita y dirigida por Noah Baumbach, quien tomando como punto de partida su propio encuentro cercano de divorcio con la actriz Jennifer Jason Leigh, decidió recrear el relato de amor (y posterior desamor) entre un director de teatro y una actriz, quienes deben encontrar el equilibrio tras el caos que provoca su separación, para seguir conviviendo en favor de su hijo pequeño.
A través de la película se nos irá explicando, mediante innumerables momentos, cómo se fue llevando a cabo la separación de la pareja hasta su desenlace en el que ambos deciden tomar caminos distintos, pero rápidamente se ven envueltos en situaciones que parecen una competencia por hacerse daño mutuamente. Finalmente, entenderán que es solo a través del amor que pueden sanar las heridas aún latentes tras su ruptura y comprenderán que es posible seguir amando a tu pareja aún cuando has aceptado que nunca podrán volver a comenzar y que, además, has decidido dejarla ir por el bien de su relación como padres.
Cuando pienso en esta cinta, lo que más rememoro de ella es la GRAN escena en la que finalmente ambos miembros de la pareja deciden exponer sus emociones, lastimarse mutuamente mediante la verbalización de sus heridas nunca antes expresadas de esa manera al otro. Es en esta escena donde podemos entender por qué el amor no ha sido suficiente entre los dos y comprender que a veces las relaciones simplemente se terminan aún cuando exista un gran cariño latente que, entre otras cosas, es el que suele generar el resentimiento, rencor y discusiones posteriores a la separación y el divorcio.

En efecto, el amor no tiene un final definido, especialmente entre dos personas que comparten y seguirán compartiendo una relación como padres de un/a hijo/a en común, a quien, es necesario seguir criando como equipo y garantizando que sus necesidades sigan siendo atendidas, especialmente, las de carácter emocional…porque los/as hijos/as NO SE DIVORCIAN de sus padres, por lo que no es justo ponerlos a competir por el cariño de alguno de los dos, ni tampoco encaminarlos hacia la emancipación de uno de sus progenitores (a menos de que existan causales de peso que atenten contra su bienestar y desarrollo).
Los niños no son armas de guerra, ni de manipulación en una relación de pareja. Si el amor entre sus padres “se termina”, no deberían quedar en medio del conflicto, ya que no es su deber servir de jueces ni de trofeos. Además, está comprobado mediante innumerables estudios las grandes implicaciones que pueden tener para su desarrollo el percibir el desagrado mutuo de sus padres y sentir la necesidad de cubrir la relación desecha entre ellos. No es su culpa, pero se culparán y es el deber de cada padre hacerles entender lo que ha ocurrido, para seguir compartiendo junto a ellos a través del cariño y la comprensión.
Claramente, este es el ideal a alcanzar, pero lamentablemente no suele ser el caso cuando la herida que causa el divorcio es demasiado profunda, cuando uno de los dos miembros de la pareja ha decidido jugar la carta del olvido o apretar el botón de reinicio en su corazón, mostrándose completamente frío hacia su pareja, dejando de importarle su bienestar físico y/o emocional, poniéndose a sí mismo en primer lugar, siendo la versión más egoísta de sí mismo o simplemente desconociendo que en ese corazón sigue existiendo amor por su pareja.

Porque, con temor a equivocarme, podría asegurar que los únicos dos que pueden voltear ese papel con tanta vehemencia suelen ser los Narcisistas o las personas con una muy baja capacidad de empatía y amplio temor a ser lastimados. Solo en estos dos casos, es posible suprimir el cariño, negarlo o confinarlo en el último rincón de su mente, sin pensar en las consecuencias que sus actos fríos como el hielo tienen en su pareja y en consecuencia en sus hijos/as.
Por supuesto, que nadie desconoce que tras la ruptura es necesario seguir adelante, dejar de verse con los ojos de los amantes que alguna vez fueron, pero esto no significa dejar de tenerle un cariño sincero a tu pareja, la madre o el padre de tus hijos/as, quien ha cumplido un papel en su educación, en tu desarrollo como individuo, incluso puede que en su momento haya podido dejar de cumplir sus metas por impulsarte a alcanzar las tuyas.
Ojalá algún día podamos deconstruir esa idea anticuada sobre el fin del amor y empecemos a aceptar que EL AMOR más que una emoción ES UNA DECISIÓN, por lo que solo depende de ti decidir cómo quieres finalizar una relación de pareja, ¿lo harás desde el cariño tal y como decidiste iniciarla alguna vez? o ¿desde la frialdad de un corazón que no merece sentir verdadero amor?

Recuerda que puedes seguir este episodio a través de Spotify o de mi canal de YouTube, en el que además analizaremos un caso de la vida real.
¡Hasta pronto Freelover!
