
En el episodio anterior, mencionamos a la película “Little Miss Sunshine”, estrenada en el 2006, que me permitió ejemplificar lo que ocurre cuando socialmente impedimos a la infancia gozar ese periodo de su vida único e irrepetible; sin embargo, al rememorar esta historia, no pude dejar de pensar en lo bella que es narrando las situaciones poco convencionales que le ocurren a una familia que podríamos describir inicialmente como «disfuncional».
La trama nos presenta a Olive, una niña de siete años, protagonizada por una pequeña Abigail Breslin (si te suena de algo tal vez es porque te has visto «Zombieland»), quien junto a su familia se embarcan en la aventura de recorrer por tierra el Estado hasta llegar a una competencia de belleza infantil en la cual ha sido admitida.
La familia de Olive está constituida por su padre, Richard Hoover (Greg Kinnear), quien labora vendiendo un curso de 9 pasos que dice permitir a quienes lo compren el evitar el fracaso en la vida, su madre Sheryl Hoover (Toni Collete) quien intenta unir a la familia mientras trata de estar pendiente de apoyar a sus hijos, su esposo y su hermano Frank Ginsberg (Steve Carell) a quien recientemente ha tenido que traer a su casa, tras su salida de un centro psiquiátrico debido a un intento de suicidio por su depresión tras la ruptura de una relación amorosa con uno de sus alumnos universitarios. En casa de Olive también conviven, su hermano mayor Dwayne (Paul Dano) quien cuenta los días para convertirse en piloto y se ha comprometido a mantener un voto de silencio hasta lograr su objetivo y finalmente, su abuelo paterno Edwin (Alan Arkin), a quien han corrido de la casa de retiro por conductas inapropiadas.

A simple vista, como mencioné podemos concluir que se trata de una familia disfuncional en toda regla, ninguno de los miembros parecen tener empatía o cercanía unos con otros, excepto la madre de Olive quien parece intentar cuidar de todos a la vez mientras lidia con su propia frustración; no obstante, algo en el viaje familiar que todos emprenden en una vieja camioneta Volkswagen, cambiará su dinámica y nos permitirá apreciar la otra cara de esta familia, gracias precisamente a la cercanía que todos parecen sentir hacia la pequeña Olive.
Es Olive el punto central de esta historia, porque su inocencia e ilusión por ganar el concurso llega a traspasar las barreras que todos los miembros familiares se han puesto entre sí. Richard, su padre, está convencido de la importancia de apoyar a su hija pues él dice no haberse sentido motivado por su propio padre, quien pese a esta referencia, se dedica largas horas a entrenar a Olive para el concurso de Belleza en un absoluto secretismo para el resto de la familia.
Durante el viaje por carretera, todos podrán ir exponiendo cada una de sus insatisfacciones y malestares con su propia vida, encontrando en los demás la escucha y empatía con la que pensaban que no contaban. Es precisamente a través de esa comunicación, incómoda al principio, que logran sacar sus verdaderos sentimientos a flote, gritarlos, explotarlos, llorarlos para finalmente aceptarlos y continuar.

El miedo que tiene cada uno es fallar, por eso todos se suben en el vehículo y emprenden un mismo camino hacia lo que creen que será «el éxito», pero se darán cuenta rápidamente que el largo viaje por carretera no es más que la representación de su propia vida y el coche, que a veces los deja tirados en medio, logra ejemplificar las dificultades y la manera en la que sólo pueden lidiar con ellas, uniéndose como el equipo familiar que son para empujar del vehículo y seguir adelante.
Cuando logras apreciar la vida con sus subidas y bajadas, con sus días grises y nublados, cuando dejas atrás el miedo hacia lo desconocido, a emprender nuevos caminos, inexplorados hasta entonces y te embarcas en la ruta que te llevará a enfrentarte con la incomodidad del cambio, es ahí cuando puedes empezar a considerarte un verdadero ganador.
Porque la vida no está hecha para que temas vivirla, la vida se presenta para que puedas aprovechar cada minuto, cada segundo y cada oportunidad, aceptando y abrazando lo que ocurra junto a aquellos a los que verdaderamente les importas, en el único momento que tendrás para hacerlo: el ahora.
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¡Hasta pronto Freelover!
