Capítulo de Podcast · Reflexión

¡Dejemos a los niños y las niñas en paz! El poder de nuestra voz en los tiempos de internet

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“La infancia es tiempo de inocencia, son peldaños muy altos y huellas de pisadas pequeñitas. Es un mágico lugar de sueños, donde todo es posible y lo mejor está empezando”

Joan Walsh

Recuerdas quién eras cuando tenías 9, 10 o 11 años de edad, pues bien, para algunas personas los recuerdos de su infancia se han ido desvaneciendo de su memoria poco a poco y nuestras ideas de aquella época se remontan únicamente a lo que otros nos cuentan o lo que podemos recordar a través de fotografías, en algunos casos, ya desgastadas por el tiempo.

Lo que podemos afirmar a toda regla es que la persona que éramos en aquella época no es la misma de la que somos actualmente, pasamos de percibir el mundo de una manera limitada a enfrentarnos con todo lo que trae la vida adulta, sus desaciertos, dificultades y retos…de repente, empezamos a hacernos preguntas más elaboradas que antes no pasaban por nuestra mente: ¿Quién soy?, ¿Cuál es mi papel en el mundo?, ¿Qué es lo que la vida u otros esperan de mí?, ¿Qué sentido tiene vivir?

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Hace apenas unos años, la infancia, la preadolescencia y adolescencia, eran percibidas únicamente como períodos de transición, de los que teníamos información limitada y que solía ir encaminada hacia lograr que los niños y las niñas crecieran lo más pronto posible, que su cerebro infantil, lograra alcanzar pronto la madurez esperada y con esto, llegar a incorporarse a la sociedad para convertirse en un engranaje más dentro de la cadena de producción de un país.

Afortunadamente hoy en día tenemos una mayor información sobre el desarrollo madurativo, además de que la ciencia y la tecnología nos han permitido con cada nuevo descubrimiento ampliar nuestra vida en la tierra y con esto permitir que cambiemos este paradigma acerca de una de las épocas más importantes en la vida de todo ser humano, ayudando a que se promueva el gozar de ella lo suficiente y aprovecharla para sembrar todo aquello que queremos establecer como base en el desarrollo identitario de nuestros pequeños a futuro.

De modo que, si bien no considero que ahora debamos atacar esos pensamientos retrógrados de generaciones que pasaron por las guerras mundiales o de aquellas con un acceso limitado en información, sobre los niños y las niñas, porque responden a lo que se requería en aquella época de la historia, tampoco debemos desconocer que actualmente existe todo un cúmulo de información que se comparte a nivel mundial sobre la importancia de respetar esta etapa del desarrollo madurativo, de no forzar a los niños y las niñas a crecer antes de tiempo para no privarlos de gozar de este periodo que se irá bastante rápido y que solo podrán disfrutar a plenitud en ese momento específico de su ciclo de vida.

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Es por esto que el episodio de hoy va dedicado a que reflexionemos sobre esas ideas que, tal vez, se han quedado implantadas en la mente de algunas personas haciendo que normalicemos conductas que hoy en día, y con toda razón, se rechazan socialmente como pueden ser los matrimonios infantiles, las relaciones entre niños o adolescentes y adultos (casos de clara pederastia que antes eran mayormente divulgados públicamente porque se penalizaban menos, pero que aún existen de manera vergonzosa en la sociedad), el considerar que una niña que pasa por su desarrollo debía ser catalogada y tratada a partir de entonces como una “mujercita” (pese a que claramente sigue siendo una niña) o el creer que los niños se convierten en “varones” cuando tienen su primera relación sexual, así esta haya sido con alguien que ha abusado de ellos o que haya sido efectuada mucho antes de su verdadero proceso de madurez mental.

Hay una parte del cerebro que, hoy por hoy, sabemos que alcanza su punto máximo de evolución hacia los 25 años aproximadamente, es la corteza prefrontal, encargada de hacernos los seres humanos pensantes y reflexivos que promulgamos ser, además, es la zona del cerebro que nace más inmadura y la que explica el por qué de los comportamientos impulsivos y poco racionales que todos solemos tener cuando somos más pequeños. Es esta área la responsable del desarrollo de nuestras habilidades de planificación, establecimiento de prioridades y toma de decisiones acertadas, así que bien podemos afirmar que no se le puede pedir más a quien aún no alcanza esta maduración cerebral y por tanto, lo mejor que podemos hacer durante estos periodos de la vida es acompañar, aconsejar y empatizar con quienes aún están en proceso de aprender a conocerse y no necesitan tener que crecer a la fuerza.

Como sabes, siempre hay una historia, canción o película que me gusta recomendar y en este caso, tal vez la más obvia tendría que ser la de “Lolita” de la Novela de Vladimir Nabokov, que ha sido adaptada al cine en dos ocasiones pero de la cual, además, se han realizado novelas y canciones que toman como referencia lo que aparentemente la historia nos muestra. Es precisamente, debido a esas adaptaciones de novelas y canciones sobre la historia que he sido bastante renuente a poder mirar la película o leer este libro, porque rechazo completamente el que se le imponga a la niña de esta historia la responsabilidad sobre los sentimientos impropios y enfermizos de su profesor, un hombre mayor que, en pleno uso de sus facultades mentales decide acosarla hasta lograr hacerla entrar en una relación con él y termina por afectar su vida para siempre.

Si tu has llegado a leer la historia original y tienes algún planteamiento diferente sobre esta, te invito a compartirlo en comentarios para saber si tal vez es una historia que vale la pena conocer o si mis impresiones están en lo cierto. En todo caso, hoy prefiero decantarme por otra película que, a mi parecer, logra poner el dedo en el problema de una manera cómica y a la vez incómoda, estoy hablando de la película del 2006 “Little Miss Sunshine” o “Pequeña Miss Sunshine”, la cual, nos cuenta la historia de una familia un poco disfuncional, que decide emprender un viaje por carretera de un estado a otro para apoyar a su hija Olive de 7 años de edad, que ha sido seleccionada para competir en un concurso de belleza infantil a nivel regional.

Lo que hace incómoda la historia, además de todas las situaciones que la familia supera en la carretera durante su largo viaje, es el hecho de llegar finalmente al concurso infantil y darse cuenta de que todas las demás competidoras que tienen una edad cercana o similar a la de su pequeña hija, han sido vestidas, maquilladas y estilizadas como adultas (algo que es muy común en los Concursos de Belleza Infantiles de los EEUU aún hoy en día) por sus padres, quienes en un intento por ganar el preciado premio, no caen en cuenta del sometimiento hacia la sexualización que están haciendo de sus hijas, hasta que llegan al concurso de talentos y Olive decide mostrar el talento que estuvo practicando arduamente junto con su abuelo, siendo un baile erotico que pone incómodos incluso a los jueces del Concurso de Belleza.

Ciertamente, es esa escena de la película la que a propósito se ha incluido para señalar cómo se rechazan los comportamientos adultos en un niño (un baile erótico del cual Olive desconoce por completo su significado y el cual interpreta de una manera infantilizada y para nada adulta), pero no se rechaza el resto de actos que incitan al niño a ser visto como un adulto en miniatura y sexualizado como tal en un concurso en el que su publico y los jueces son adultos igualmente (y en el que, dicho sea de paso, los niños y niñas tampoco son conscientes de lo que se les esta imponiendo ser ante miradas adultas).

Es momento de abrir nuestros ojos y rechazar todo comportamiento que incite a un menor a ser visto como adulto mucho antes de su verdadera maduración, mucho antes de que incluso ante la ley se le considere como tal. Es momento de ponernos incómodos con este tema y de señalar a los responsables de que estas situaciones de abuso infantil se sigan presentando, a quienes, cobijados bajo la mirada inocente de quienes no son conscientes de lo que está pasando, terminan consintiendo prácticas reprobables contra menores de edad.

Dejemos a nuestros niños y niñas crecer en paz y a su ritmo, dejémoslos seguir soñando, seguir aprendiendo e imaginando nuevos mundos, no hace falta que corran o que compitan por ver quién “es más maduro para su edad” (la respuesta simple es que todos tienen la misma inmadurez y eso está bien), quién es una mujercita o un varoncito primero, porque algún día, esos niños que tanto corrían por crecer estarán deseando volver a ese periodo de la vida en el que todo era posible y el mundo parecía ser un lugar mejor.

No te pierdas de este episodio a través de Spotify o de mi canal de YouTube.

¡Hasta pronto Freelover!

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