
Vivimos en una época en donde las redes sociales se han ido convirtiendo en una adicción fantasiosa muy popular. A través de una segunda vida, en estos medios, se hace cada vez más difícil identificar la realidad de la ficción, es como la frase de la canción de Tito Nieves: “Vivo en un mundo de mentiras, fabricando fantasías…” Gracias precisamente al avance de la tecnología, es hoy por hoy bastante común vivir de fantasías elaboradas para proyectar a los demás una imagen que no corresponde con la realidad, lo cual, a su vez, hace que otros sientan la necesidad de mantener una imagen artificial sobre su vida.
Es así como actualmente todos somos líderes etéreos de nuestra vida, nos rodeamos de felicidad, conseguimos nuestros logros de manera individual, tenemos una excelente relación de pareja sin ningún tipo de conflicto, hemos encontrado el equilibrio perfecto entre nuestro mundo laboral y nuestra vida personal, hacemos viajes al extranjero cada año que podemos costear gracias al dinero que crece en nuestro patio trasero…en fin, espero haberme hecho entender con estas ideas a lo que me refiero.
De no ser así, hoy he traído este tema precisamente para ejemplificar lo que puede pasar cuando dejamos de tener nuestros pies en la realidad y nos volcamos por completo a vivir en la fantasía que cada vez más se extiende a nuestra vida en tan solo un clic.

Empecemos por hablar acerca de la Alegoría de la caverna, la cual, es narrada por Sócrates en una de las obras más conocidas de Platón, llamada «La República», a uno de sus discípulos (Glaucón) quien además es hermano de Platón. Si bien, está historia fue encaminada a ilustrar otros planteamientos y muy seguramente me harían falta años de estudiar filosofía para poder explicarla de manera correcta, hoy me voy a atrever con humildad a traerla a colación desde mi propia perspectiva para ejemplificar qué sucede cuando nos dedicamos a vivir dentro de la caverna que sostenemos con nuestras manos la mayor parte de nuestro día.
«Imaginemos por un momento que existió, en algún lugar de la Grecia antigua, una cueva subterránea muy profunda, en la que un grupo de prisioneros vinieron al mundo y han pasado sus vidas enteras, sin jamás haber visto el mundo exterior, ni sospechar siquiera de su existencia. Estos prisioneros se hallan encadenados a un muro muy sólido de ladrillos, de un modo tal que, hagan lo que hagan, pueden solo mirar hacia el frente, hacia una pared en la cual se proyecta la luz de una antorcha situada a sus espaldas.
Fuente: https://concepto.de/mito-de-la-caverna-de-platon/#ixzz8JRX8KGTv
A espaldas de los prisioneros pasan numerosos sirvientes, llevando a cuestas toda clase de objetos, estatuillas y vasijas. Las sombras de los objetos se proyectan en la pared, donde son percibidas por los prisioneros como si fueran cosas en sí mismas y no el reflejo de la luz a sus espaldas. Es decir, los prisioneros creen que el mundo real consiste en esas sombras y a través de ellas explican incluso su propia existencia. No conocen nada más.
Hasta que un buen día, uno de los prisioneros logra zafarse de sus ataduras y voltear hacia la antorcha, descubriendo así una nueva realidad. De golpe, el prisionero entiende que las cosas reales estaban fuera de su visión y que las sombras no son las cosas, sino apenas un espejismo.
Motivado por la curiosidad, el prisionero camina por la caverna hasta dar con la salida y descubre el mundo exterior y todo lo que allí existe: árboles, lagos, personas, e incluso el Sol. Deslumbrado con su nueva percepción del universo, el prisionero regresa de inmediato a la cueva con la intención de liberar a sus compañeros.
Sin embargo, al entrar a la caverna, la deslumbrante claridad de afuera le impide ver bien, y llega dando tumbos hasta sus compañeros. Estos últimos, al verle andar de ese modo, se ríen de él y de lo que les cuenta respecto al mundo exterior, respecto a la luz y las sombras, y lo dan por loco o por tonto. Enfurecido, el prisionero entonces decide liberar a sus compañeros, para que entiendan que dice la verdad; pero estos, en su afán por defenderse y defender lo que consideran verdadero, se ponen a pelear con él y, eventualmente, le dan muerte entre todos.»
Por supuesto, hoy he traído un ejemplo del cine para ampliar esta idea, a través de la película “Don Jon” o “Un atrevido Don Juan”, estrenada en el 2013, escrita, dirigida y protagonizada por Joseph Gordon-Levitt, quien interpreta a Jon Martello, un joven de ascendencia ítalo americana, dedicado a cuidar de sí mismo, asistir a la iglesia los Domingos, limpiar su casa y su automóvil, salir de fiesta con sus amigos, buscar mujeres con las que mantiene relaciones esporádicas y es adicto a la pornografía.
De repente, un día conoce a Bárbara Sugarman, interpretada por Scarlett Johansson, con quien creerá que ha establecido una conexión mucho más profunda y descubrirá eventualmente que la vida es mucho más compleja cuando deja de centrarse únicamente en sí mismo.

En esta historia, Jon inicialmente está completamente centrado en cuatro ideales en los que basa su vida:
- Mantener una buena imagen corporal, por lo que asiste al gimnasio todos los días.
- Mantener impecable su vivienda y automóvil, algo que ha logrado a través de una rutina diaria.
- Ir a la Iglesia con su familia los domingos, para «preservar la conexión con su ser superior, sus padres y hermana».
- Mantener relaciones que le generen placer momentáneo, salir de fiesta con sus amigos y buscar sexo real y fantasioso.
Estos ideales han sido adquiridos por él gracias a lo que considera que es lo que se espera que haga de su vida, sin embargo, son solo sombras proyectadas en un muro, no son cuestionadas por él porque las aprendió de sus padres, sus amigos y de las redes sociales.
Entre más conocemos el poder de las redes sociales, más nos damos cuenta que todo hace parte de una proyección del mundo, que muchas veces nos invita a dejar de reflexionar sobre este y más, a aceptar lo que el mundo “espera de nosotros” de acuerdo a nuestra edad, género y etnia (acomodándonos al «algoritmo» que define nuestra vida).
En la vida de Jon, poco a poco, la fantasía se irá apoderando de su deseo real y le costará mucho más conectar con alguna de sus conquistas de cada noche, hasta que conoce a Bárbara, con la que inicialmente propone comprometerse, pero se da cuenta que le es imposible olvidarse de sus viejas costumbres y termina nuevamente buscando mujeres ficticias por internet, algo que, por supuesto, le traerá problemas a su relación de pareja.

Aunque el principal problema es que tanto Barbara como Jon están volcados por completo en sí mismos y en mantener esa imagen irreal sobre su vida. Bárbara quiere encontrar al hombre que le muestran las películas, utiliza su imagen corporal para esto pero no encamina su vida a conocerse a sí misma ni reconocer la individualidad de sus parejas afectivas, el mundo de Bárbara es solo la idea que el mundo digital ha volcado en su mente, ella está destinada a conocer y casarse con “el hombre perfecto”, así este solo existe como imagen, mientras que Jon hace exactamente lo mismo, intenta ser “el hombre perfecto” aunque no sabe ni siquiera quién es, qué quiere, ni qué le gusta de los demás.
Es por esto, que su relación estuvo destinada al fracaso desde el principio. Gracias a este giro en la trama, Jon decide encauzar su vida (inicialmente motivado por recuperar a Barbára y la confianza que ha roto), empezando por lograr sacar adelante una carrera universitaria asistiendo a la Universidad nocturna, en donde conoce a Esther (interpretada por Julianne Moore) quien le ofrece su amistad, aunque eventualmente termina adentrándose en una relación afectiva con él y logrará sacarlo de su caverna, ayudándolo a encontrar la verdadera felicidad, lejos de las ideas irreales de las redes sociales.
Sí bien, el final de esta historia no es mi favorita (como dice mi abuela “Al fin película”), lo que podemos entender es que, solo hasta que Jon deja de poner atención a las sombras proyectadas en su computador y encaminarse en poder salir de la caverna para encauzar su vida, logra conocer otra realidad, un mundo que él creía que no existía. Un mundo que le permitirá aprender sobre sí mismo y entender que las relaciones sexuales (y eventualmente las afectivas) se disfrutan mucho más cuando se deja de lado el control, la proyección de un “falso yo” y las ideas irreales sobre el sexo, para decantarse en conocer otros puntos de vista e intentar generar conexiones más cercanas y naturales.

Al conocer este nuevo mundo, intentará ayudar a otros igualmente, dándose cuenta pronto lo difícil que es poder “sacarlos de la caverna”, especialmente cuando siguen viviendo atados a ella a través de su teléfono inteligente y la ficción de sus redes sociales…
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¡Hasta pronto Freelover!
