¿Alguna vez has deseado olvidar a alguien o algo de lo que viviste?
Bajo esta premisa, la película de drama romántico y ciencia ficción del 2004 “Eterno resplandor de una mente sin recuerdos” (o “¡Olvídate de mí!” en España o “Eternal Sunshine of the Spotless Mind” en su título original), escrita por Charlie Kaufman, dirigida por Michael Gondry y protagonizada por Jim Carrey y Kate Winslet, nos adentra a la historia de Joel y Clementine, una pareja bastante dispar: Él, un hombre tímido e introvertido, con un aire muy pasivo y ella, una enérgica y espontánea mujer cuyo cabello va cambiando de color conforme pasa por las estaciones de su vida.
La película inicia mostrándonos a Joel despertando un poco confundido, a la vez que transcurre un día atípico en su vida, en el que decide escaparse hacia la playa, en lugar de asistir a su trabajo, hasta que finalmente conoce a una extraña mujer de cabello azul llamada Clementine. Mientras va pasando este momento, se nos va a ir revelando que, en realidad él y ella ya se conocían e incluso habían mantenido una relación durante un buen tiempo, pero eventualmente, dadas sus diferentes personalidades y la convivencia, naturalmente empezaron a tener conflictos, hasta que un día, Clementine decidió borrar de su mente a Joel.
Es aquí cuando aparece la clínica Lacuna, encabeza del doctor Howard Mierzwiak (interpretado Tom Wilkinson) y sus asistentes Mary (Kirsten Dunst), Stan (Mark Ruffalo) y Patrick (Elijah Wood), que se dedican a borrar de la mente todos aquellos recuerdos difíciles que sus pacientes no desean rememorar, haciendo una especie de daño cerebral, similar al que ocurre tras una resaca, con el cual, logran eliminar de la vida a las personas o situaciones que los han herido y devolverles la tranquilidad…o al menos eso parece, porque cuando Joel se entera que fue eliminado de la mente de Clementine, decide hacer lo mismo pero, durante el proceso, termina arrepintiéndose de su decisión e intentando esconder su recuerdo de Clementine de la inminente eliminación.

Esta historia que, por cierto, es una de mis favoritas de todos los tiempos, nos invita a pensar acerca del deseo que a veces podemos tener cuando experimentamos un momento de profunda tristeza, pues aunque consideremos que “borrar de nuestra mente” y de nuestra vida a alguien o alguna situación particularmente difícil, va a permitirnos ser más felices, lo que estaríamos haciendo (y termina pasando en el film) es impedir que podamos aprender y con esto, crecer a partir de lo que hayamos vivido.
A su vez, es importante recordar que la memoria pasa por un proceso emocional (todas las etapas del recuerdo, desde la codificación de información hasta su recuperación a largo plazo, son mediatizadas por factores de tipo emocional) se recuerda porque la emoción experimentada es lo suficientemente importante para generar el espacio en nuestra mente que nos va a permitir rememorar ese momento. En Lacuna se cumple la promesa de eliminar el recuerdo, pero la emoción se mantiene, al igual que esa sensación de vacío constante que experimentan quienes han eliminado a alguien.
Pero, ¿es en realidad la amnesia selectiva un problema?
Para responder a esto, pensemos en lo que sucede cuando se experimenta un trauma en la infancia, en el periodo de edad donde se presenta esa “amnesia infantil” que nos impide recordar claramente lo que hemos vivido o cuando hemos experimentado algo lo suficientemente difícil de procesar como para que pueda ser rememorado conscientemente por la persona que lo experimenta. El vacío y desazón que esto genera en quien lo vive, junto a otras manifestaciones físicas (como alopecia, sarpullido, dolores de estómago, cabeza o espalda, entre otros) y psíquicas (alucinaciones, pensamientos intrusivos, depresión, ansiedad, etc.) se mantendrán en la persona hasta no ser elaboradas a través de un proceso que permita desenmascarar el trauma y traerlo a la consciencia para poder sanar.

Es por esto que, aunque queramos utilizar el olvido como forma de aliviar un sufrimiento, sufrimos más si nos negamos a recordarlo o hablar sobre ello. Al sacarlo fuera de nuestra mente es posible que nos demos cuenta que hemos estado alimentando, sin querer, aquello que queríamos dejar atrás para poder avanzar y precisamente, esa maleta que en algún momento parecía liviana ha alcanzado dimensiones enormes debido al dolor no resuelto. Cuando finalmente, ponemos en orden lo sucedido, organizamos nuestros recuerdos y aceptamos lo ocurrido podemos dejar atrás ese peso.
Es curioso que una película sobre el olvido, en última instancia, nos ayude a recordar que los vínculos afectivos tienen una gran importancia para la construcción de nuestra identidad y que la memoria hace posible que esos pequeños/grandes momentos que vivimos junto a las personas que queremos nos dejen una huella interna imposible de borrar.
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¡Hasta pronto Freelover!

Esta película la vi dos veces pero ninguna de las dos me gustó. Jim Carrey no es santo de mi devoción pero aún así hay algo en ella que no logró hacer mella. Para gustos los colores! Por cierto, creo que cuánto más negamos más reforzamos precisamente aquello que queremos negar. Paradojas de la vida!
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