Capítulo de Podcast · Reflexión

Coraline y el peligro de las redes sociales

Hay algunas personas que tienen la teoría de que «Coraline y la puerta secreta» (o “Los Mundos de Coraline” en España), la película de stop-motion estrenada en el 2009, escrita y dirigida por Henry Selick, basada en la novela homónima de Neil Gaiman y producida por los estudios Laika, es una historia que hace analogía acerca de las adicciones. En el episodio de hoy vamos a revelar qué tan cierta puede ser esta teoría y a explorar otra interpretación aún más específica: Esta película es una analogía sobre la desconexión que producen las redes sociales y en general, el mundo del internet, cuando no se hace un manejo adecuado del mismo, especialmente, en la infancia y adolescencia.

La primera vez que vi “Coraline y la puerta secreta” me pareció una historia oscura, pero a la vez bastante interesante al evidenciar el gran trabajo realizado por parte de los estudios Laika para animar la película, de tal manera que logró marcar un hito en la industria del cine al ser la primera película de stop-motion rodada en 3D y HD; sin embargo, su historia, aunque adaptada de un libro no terminaba de cautivarme, ¿es Coraline una adolescente caprichosa que desea vivir una vida de fantasía? o ¿están sus padres demasiado ocupados y desapegados de su hija al punto de no prestar atención a lo que dice o hace?

Sin duda, algo que me llamó la atención sobre la teoría que se tiene acerca de la analogía de Coraline con las adicciones, es el hecho de que tiene toda la lógica del mundo ver cómo, a través de la puerta secreta (que podrían ser las drogas), ella puede deslizarse a un mundo de fantasía, donde mamá y papá, con ojos de botón, pueden cubrir sus necesidades de afecto, atención y seguridad, evadiendo de esta manera su realidad, que no es tan alegre o cercana a nivel emocional, algo que, en efecto, ocurre con los estupefacientes y el alcohol.

Viéndola bajo esos lentes, el mundo de Coraline muestra las dos caras de una adicción. Por un lado, el subidón de energía y ánimo que aparece en ella cuando atraviesa hacia el otro lado y conoce a la versión de sus padres mejorada, pero, conforme pasa el tiempo y los encuentros, queda en evidencia que ese mundo tampoco es lo que parece y cuando ella intenta escapar de él, la retiene en contra de su voluntad, doblegando sus esfuerzos y haciendo que se pierda (casi por completo) en la verdadera oscuridad de ese mundo “mágico”.

La cuestión es que, Coraline también nos puede estar hablando de otro tipo de adicción, uno más profundo y menos evidente, pero que existe desde la época en la que se inventó la televisión y empezamos a pasar menos tiempo conectados con esta realidad para evadirnos hacia una menos problemática y al parecer «más perfecta».

“El problema de las redes sociales”

Actualmente, gracias al internet podemos compartir millones de historias en un minuto a nivel mundial y desde una perspectiva positiva esto nos permite apreciar las diferentes realidades que existen, aprender sobre diversos temas y conectar con personas a kilómetros de distancia. Cuando estas herramientas no se controlan adecuadamente o cuando iniciamos en este mundo demasiado jóvenes, antes de haber generado las bases necesarias para discernir la fantasía de la realidad o al menos haber generado un umbral de satisfacción normalizado, podemos llegar a caer en comportamientos adictivos: Despertar y antes de saludar a nadie prender la pantalla, desconectarnos del mundo, evadir nuestra realidad y pasar horas de nuestro día “conectados” sin conectar, de modo que, lentamente, la fantasía se va convirtiendo en nuestra realidad y la “vida real” en un mundo del cual queremos escapar, aburrido, gris y distante.

Porque las redes sociales se han convertido, cada vez más, en un riesgo para los menores de edad:

  1. Propician el robo de identidades: Personas con dobles intenciones se hacen pasar por menores para ganarse su confianza, acosarlos a través del grooming, hasta lograr que accedan a tener encuentros o relaciones adultas con sus acosadores mediante engaños, miedo y manipulación.
  2. Magnifican el acoso (debido al ciberacoso): Lamentablemente, el bullying en los últimos años ha traspasado las fronteras físicas de proximidad al trasladarse a las redes sociales en donde, detrás del anonimato, muchas personas descargan sus frustraciones con mensajes mal intencionados y acosadores a otros/as, en su mayoría menores de edad que terminan aceptando como verídicas estas afirmaciones que doblegan su autoestima. Recordemos que están formando su autoconcepto a través de su medio social y lo que reciben de este puede ser tomado como una verdad absoluta.
  3. Exposición a información falsa o inapropiada para su edad: Hoy en día, cualquiera con una cámara tiene la libertad de opinar sobre temáticas diversas, se hace desde la propia realidad, sesgada y, muchas veces, descontextualizada de un manto académico, pero que puede terminar siendo recibida por el público como “verdades absolutas” (“si esta persona dice que es así, es porque así debe ser, punto”). Cuando estas son escuchadas por personas adultas que han desarrollado su propio criterio, pueden ser tomadas como lo que son, pudiendo discernir entre lo que vale la pena escuchar y lo que no. Este poder de discernimiento, aún no existe en la infancia y se encuentra en desarrollo durante la adolescencia, por tanto, la realidad que el algoritmo pretende mostrarle a los menores está sesgada pero puede conducirlos a pensar que el mundo es como lo muestran en internet, por no decir que los filtros que ahora son cada vez más comunes de agregar a cualquier video o fotografía puede crearles la sensación de que no se es demasiado “atractivo” o “atractiva”, que deben rechazar su imagen corporal e intentar encajar en estándares de belleza irreales.

Podría seguir enumerando muchos otros, pero he querido resaltar solo los que yo considero más alarmantes, porque a la vista de todos sabemos que están ahí, que incluso han sido un riesgo para adultos con una formación y experiencia lo suficientemente sólida para no serlo, pero que, han llegado a provocarles conflictos con su autoestima, autoimagen y autoconcepto, por no hablar de los problemas mayores como robos y extorsiones que se producen cada día a través de estos medios.

Entonces, ¿por qué seguimos negando que este riesgo es aún mayor en los menores de edad?

En la película de Coraline sus padres del otro mundo, que son una versión mejorada de su mundo real, terminan por mostrarle sus verdaderas intenciones a la protagonista al pretender que ella se quede en ese mundo de fantasía e irrealidad accediendo a que le cosan botones en sus ojos. Si hiciéramos un paralelo con el indiscriminado uso del internet al que se somete hoy en día a los menores, podría atreverme a preguntar a los padres del mundo actual ¿por qué nos empecinamos en coser botones a los ojos de nuestros hijos, forzándolos a vivir “conectados” para no conectar?

Es responsabilidad de los padres cuidar de sus hijos/as, enseñarles a conocer el mundo fuera de esa fantasía en el celular o Tablet, ofreciéndoles tiempo de calidad, permitiéndoles expresarse libremente en las reuniones familiares, brindándoles la atención adecuada y en últimas, evitando utilizar los medios electrónicos como forma de entretenimiento en aquellos espacios destinados a formar vínculos unos con otros como puede ser una agradable cena familiar.

No forcemos a nuestros/as hijos/as a vivir en la irrealidad, porque el tiempo pasa volando y a futuro podríamos lamentar no haber tenido suficientes espacios con ellos para formarlos como seres humanos, afianzar nuestro vínculo, aprender a conocerlos, compartir a través de sus juegos y simplemente disfrutar con su compañía en este mundo de realidad (no virtual).

Si llegaste hasta acá, te invito a escuchar el episodio de hoy a través Spotify o de mi canal de YouTube y dejarme un comentario con tu opinión.

¡Hasta pronto Freelover!

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