Generalmente no suelo disfrutar del cine de terror. De alguna manera, pese a saber que es a través de estas muestras culturales que podemos “sacar a la luz” todo aquello que tenemos en el inconsciente como seres humanos, no es algo que definitivamente me haga sentir cómoda, ni siquiera después de haber salido del cine o cuando “el héroe” de estas historias logra sobrevivir pese a todo pronóstico.
Ya sé que exagero con esto. Sé que las historias no son reales y que además responden al morbo que tenemos de poder mirar lo inimaginable como voyeristas de una “ventana indiscreta” hacia el lado más oscuro de la condición humana (espero que se entienda la referencia); sin embargo, hay algo en la mayoría de estas cintas que me perturba lo suficiente como para alejarme de mi centro de equilibrio, de mi eterno pensamiento sobre la innata bondad humana, que se ve enfrentada a historias demasiado macabras, cuyo argumento principal se ciñe sobre todo a resaltar la maldad.
Claramente, como en todo, esta premisa también tiene su excepción pues extrañamente disfruto más o al menos me siento menos aturdida cuando veo películas o series sobre zombies (¿tal vez porque los protagonistas están luchando por defender su humanidad sobre el mal?¿acaso no en todas las películas de terror lo hacen?) o cuando veo historias de suspenso…entre estas, tengo una especie de cábala para predecir si una de estas cintas va a ser buena y es, fijarme si ha sido basada en un libro, de modo que, por ejemplo, aunque jamás he leído una historia de Stephen King (porque temo terminar como Joey de Friends, metiendo sus libros al congelador), me sé la mayoría de ellas gracias a las grandes películas que han logrado llevar este universo de miedo a un mayor público.
Hay particularmente dos (o tres) historias que disfruto de este autor y son de las que hablaré hoy: «The Shining« (o “El resplandor”), junto a su secuela de “Doctor Sueño” (o «Doctor Sleep») y “It” (o «Eso»).


Aunque aún no había identificado qué era, había algo que hacía que me acordará de una cuando pensaba en la otra y en sus películas emblemáticas, aunque de diferentes directores, siempre me resaltaba algo en particular. Concretamente, creo que se trata de la idea sobre la pérdida de la inocencia y “el resplandor” con el que algunos niños y niñas parecen haber nacido o al menos haber desarrollado durante su infancia.
Esta idea sobre “el resplandor” va de la mano con lo que dije al principio de mi argumento en contra de las películas de terror, porque para mi, es “el resplandor” aquello que ejemplifica la bondad interior y la fortaleza que todos tenemos para superar un trauma desde el perdón y la resiliencia. Porque los niños de las historias que he señalado, han sufrido debido a los adultos que debían haberlos protegido en su momento de mayor vulnerabilidad, han sido atacados por fuerzas externas que han intentado “comerse”, muchas veces de manera literal, ese “resplandor” que los hace resaltar sobre los demás.
En las historias que King menciona al “resplandor”, los enemigos de este suelen ser seres de otro mundo que logran identificar a sus víctimas, atraerlas, aislarlas y, mediante tácticas de miedo, hacer que terminen con su vida, perturbar lo suficiente su centro; es decir que, no contento con que los protagonistas ya hayan pasado por momentos difíciles que les ayudaron a desarrollar su poder interior, el escritor los pone a prueba constantemente, encuentra su mayor temor y lo magnifica hasta arrinconarlos.


Afortunadamente, las historias de Stephen King se caracterizan por tener un corazón que palpita tras las páginas de sus libros pues suele conceder a sus “víctimas” una redención, un momento donde pueden descubrir cómo hacerle frente al mal en sus vidas. En el caso de “El resplandor” es la astucia de Danny y su capacidad para conectar con otros pese a su corta edad lo que le permite salir victorioso de ese laberinto en el que deja a su papá atrás, esa persona que lo lastimó a él y a su mamá. Gracias a su don de brillar, ambos escapan hacia Florida, olvidándose de la nieve que envolvía esa relación tóxica con su progenitor y que el Hotel Overlook simplemente sacó a relucir en él. Igualmente, a futuro tendrá que pelear con otros monstruos, pero estos están relacionados con los que tiene en su interior, el alcoholismo y la falta de control de la ira que heredó de su padre (esta claro que la batalla más difícil para cualquier ser humano suele ser consigo mismo).
En cuanto al resto de seres malignos de “Doctor sueño”, la secuela de “El resplandor”, en general replican la premisa de robarse el brillo de los niños a través del miedo y el dolor, dado que es a través de ese brillo que pueden perpetuarse y hasta llegar a vivir para siempre. Es ahí cuando, esta historia me lleva a rememorar la de “It”, quien es un ser de otro mundo con la capacidad de adoptar múltiples formas, todas ellas encaminadas a generar terror en sus “víctimas”, nuevamente, niños y niñas con la capacidad de brillar sobre los demás porque se han visto enfrentados al dolor desde muy pequeños; no obstante, el grupo de marginados (o perdedores) a los que “It” intenta devorar, no solamente cuentan con su brillo interior, sino que, además saben apoyarse unos a otros para no olvidar lo que les ha ocurrido y, en cambio, trabajar como un equipo para hacerle frente al malvado ser, ridiculizándolo, evitando sentir miedo ante él y finalmente, venciéndolo en su macabro juego, haciéndolo sentir pequeño y mostrándole que el terror, al ser solo una idea que está en nuestra cabeza, no puede afectarnos a menos que se lo permitamos, pues somos nosotros los que decidimos si le damos ese poder para hacernos daño.
Finalmente, las historias de King terminan con un aire de esperanza por un futuro que parece prometedor ante los ojos inocentes de adultos que no permitieron que la vida les robara la alegría, ni a su brillo interior.


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¡Hasta pronto Freelover!
