Cuento

Una última vez

¿Estás ahí?– Susurré tratando de encontrar su mano entre la oscuridad de aquel lugar.

Era sábado en la madrugada y desde la tarde del día anterior había estado transitando por toda la ciudad tratando de hallarlo, había recorrido de sur a norte las calles frías y me había incluso tropezado con un par de personas que me habían indicado su paradero, pero cuando llegaba al lugar señalado no había podido encontrarlo, sentía que con cada paso se desvanecía más de mi vida, ya incluso no recordaba su rostro, pero por alguna extraña razón parecía no poder olvidar su tacto, su piel contra la mía en aquel apretón fuerte que me dio la última vez que quise hallarlo; no obstante, en aquella ocasión había podido cumplir mi labor en un corto tramo de tiempo, ya que él no había tardado más de cuatro horas en volver a aparecer con su cara de indiferencia fingida, esperando que yo lo perdonase sin pedirle explicación sobre su repentina desaparición.

Esta vez era diferente, esta vez no era él el que iba a aparecer, era yo quien debía buscarlo, esta vez la idea de perderlo para siempre se hacía cada vez más presente en mi mente, sabía que con cada hora transcurrida su corazón y mi mente iban alejándose cada vez más de aquel destino que compartían. Ambos habían estado unidos durante mucho tiempo, en el cual se habían tenido que separar varias veces por el miedo a perderse mutuamente, eran órganos egoístas que habían encontrado un consuelo para la soledad y el desasosiego que sentían con cada pérdida vivida.

Luego de horas buscándolo sin tener suerte, decidí revisar el último lugar que me quedaba en toda la ciudad, era nuestro lugar especial, aquel viejo parque que se ubicaba frente a un parqueadero abandonado, donde todos los martes y sábados nos reuníamos a jugar al ladrón y al policía, por supuesto yo siempre era el ladrón, a él no le gustaba la idea de perder, así que me solía convencer de interpretar al intrépido ladrón que tenía que ir a esconderse al rincón más alejado de aquel parqueadero y debajo de un carro (por lo general el más oxidado) me hacia la invisible, hasta que su cercanía permitía que me delatara debido al ruido que mi corazón emitía con cada paso que él daba hacia mí. Mi corazón también se había añadido a su existencia y latía indicando su alegría de tenerlo tan cerca.

Al principio no logré identificar la silueta que se hallaba a media cuadra de donde me encontraba, pero conforme daba cada paso mi corazón latía más deprisa, así que supuse que era él. Cuando finalmente llegué a su encuentro, confirmé que era su espalda la que estaba frente a mí, quise sorprenderlo cogiéndolo de la mano para hacerlo girar de sopetón una vez se diera cuenta de que era yo; sin embargo, mi apretón sorpresa sólo duró unos segundos, ya que luego desapareció de nuevo dejándome con la mano extendida. Presumí que se había asustado y alcancé a divisarlo cuando se dirigía a ingresar a una de las casas abandonadas que se ubicaban alrededor del parque, lo seguí rápidamente ya que no quería que se me perdiera otra vez de vista.

Al ingresar ya no pude ver nada, así que intenté llamarlo con un susurro para no asustarlo de nuevo:

¿Estás ahí?– Pregunté mientras intentaba encontrar su mano a través de la oscuridad.

Durante medio minuto nadie respondió, luego escuché el ruido de una puerta al cerrarse y supuse por el sonido, que se ubicaba del lado izquierdo de la sala, rompí en llanto, se había ido otra vez. Por enésima vez lo busque tras la puerta de una antigua habitación, al cerrarse produjo el mismo sonido que había escuchado hacía un minuto, así que supuse que era allí donde se había escondido. Lo divisé en una de las esquinas, volteando su espalda hacia mí, parecía uno de esos niños regañados que castigan absurdamente haciéndolo mirar por horas las grietas de la pared.

Lo llamé nuevamente, pero esta vez no modulé mi voz, estaba ubicada en la única salida que podía tomar si quería huir de mí nuevamente, así que me arriesgué y pronuncié su nombre, él giró su cabeza y entonces comprendí por qué no se había arriesgado a mirarme antes, por qué había huido de mí sin enfrentarme.
A pesar de la oscuridad, pude advertir la ausencia que ahora había en donde debería de estar su cara y aunque intenté no hacerlo, mi sorpresa al reconocer este hecho hizo que diera un paso atrás, él lo distinguió inmediatamente como un gesto de temor, puesto que volvió a ocupar su posición de niño regañado. Sin lugar a dudas el ambiente de juego había cambiado rotundamente y ahora se sentía una tensión casi cortante en aquella habitación.

Duramos así hasta que pude ver algunos diminutos rayos de sol ingresando por las persianas cerradas de la ventana y me alarmé ¡mierda! ¡tan sólo nos quedaban unos cuantos minutos para despedirnos! Me acerqué a él sin importar lo que pudiera pasar, tan sólo quería poder tocarlo una vez más, lo abracé y toqué su espalda con mi mejilla, unas lagrimas corrieron por mi rostro, pero no me importó, sólo quería sentirlo cerca por última vez. Para mi sorpresa no salió corriendo, cogió mis manos y las apretó con fuerza contra su pecho, también se estaba despidiendo, lloré con ganas no quería pronunciar palabra, pero mi garganta no pudo evitarlo, grité su nombre y lo abracé una vez más.

Cuando abrí mis ojos, él ya no estaba, los rayos de luz que entraban por la ventana lo indicaban, por un momento deseé irme con él o por lo menos detener el tiempo un segundo antes de verlo partir, frente a mi no se hallaba nada, pero recordaba vívidamente las imágenes de aquel día hacía un año cuando lo había visto morir entre mis brazos. No pude evitarlo, lloré una vez más por su partida y como siempre deseé que su orgulloso lado oscuro no hubiera acabado con él en aquella ocasión, si tan sólo hubiera reconocido su error, entonces el veneno no hubiese atravesado su corazón y el mío de manera tan mortal.

Él ya no se encontraba frente a mí, puesto que mi corazón se había salvado a cambio de su vida, de su existir; no obstante, mi mente, que aun se hallaba ligada a su corazón, intentaba recordarlo por lo menos cada día para no verlo morir completamente. Para completar el álbum de recuerdos que había quedado a la mitad tras su partida, mis sentidos habían reconstruido cada detalle de su ser y con ayuda de otras personas habían podido mantener la fantasía hasta ese día. Lamentablemente, mi memoria ya no podía más, era el último recuerdo que tenía de él, de su amor, de su corazón…mi mente había cedido al tiempo y finalmente él había muerto…ya no había más historia que contar.

FIN

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